En BIZU, recientemente recibimos una conmovedora historia de un compañero jugador. En sus palabras a continuación, verá cómo el billar se convirtió en algo más que un simple juego: cambió su mentalidad, sus rutinas e incluso su estilo de vida.
Soy Ron Grant; la mayoría de la gente simplemente me llama Ron.
Mucha gente me conoce del billar. Soy un tipo normal: desarrollador de software de día y de noche, alguien a quien probablemente encuentres practicando en silencio al borde de la mesa. No tengo un talento natural ni formación profesional. Pero fue este juego de billar aparentemente "casual" el que me enseñó poco a poco lo que significa la verdadera disciplina.
Al principio, sólo quería divertirme un poco.
Empecé a jugar al billar porque un amigo me llevó a un salón de billar local. Sinceramente, pensé que sería como jugar a un juego de mesa: tomar una copa, jugar unas bolas y publicar algo en redes sociales. Pero pronto me di cuenta de que este juego era todo menos sencillo.
Cada disparo requería un cálculo preciso: la línea, el ángulo, la fuerza. Cada fallo tenía una razón. La satisfacción de un tiro limpio y la búsqueda constante del "punto justo" empezaron a atraerme cada vez más.
Practicar regularmente me hizo respetar mi tiempo
Con el tiempo, empecé a establecer un horario de práctica real: al menos tres veces por semana, dos horas cada vez, sin excusas. Para lograrlo, reduje el tiempo que pasaba mirando el teléfono, reduje mi tiempo libre después de cenar e incluso reorganicé mi forma de abordar el trabajo durante el día.
Por primera vez en mi vida me di cuenta: el tiempo no es sólo algo que tienes, es algo que gestionas.
¿Fallaste un tiro? Revisa y vuelve a intentarlo.
La transición del juego casual al entrenamiento serio fue a la vez desafiante y gratificante. Empecé a grabar mis sesiones de práctica, a tomar notas y a analizar cada golpe. Noté cómo mi nivel seguía mejorando. Y, sorprendentemente, esta mentalidad empezó a trasladarse a mi vida diaria.
Empecé a revisar mi rendimiento laboral con regularidad, incluso a resumir mi semana cada domingo. No porque me obsesionara con ser "productivo", sino porque el billar me enseñó: si quieres mejorar, tienes que hacer un esfuerzo consciente para cambiar.
La disciplina no es un castigo, es una fuente de poder
La gente a menudo me pregunta: "¿No es agotadora toda esta práctica?". Siempre respondo: "Sí, pero en el buen sentido".
La disciplina no se trata de sufrir. Se trata de tener un propósito y perseverar. Aunque solo mejore un poco cada día, siento que vale la pena.
A través del billar, encontré un ritmo que se adapta a la edad adulta: un equilibrio de objetivos, estructura y persistencia constante.
Reflexiones finales: Lo que haces en la mesa refleja cómo vives
Todavía soy un aficionado. No participo en grandes torneos y no me gano la vida con este juego. Pero estoy sinceramente agradecido de haber seguido.
Gracias al billar me he vuelto más concentrado.
Gracias al billar valoro más mi tiempo.
Gracias al billar aprendí a reducir el ritmo y a avanzar con más confianza.
Si la vida alguna vez te resulta abrumadora, quizás podrías tomarte una tarde para ir a un billar. Toma un taco, despeja tu mente y pega un tiro limpio.
Quizás tú también encuentres tu ritmo.
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